sábado, 25 de junio de 2011

DETRÁS DE LA CORTINA (otro proyecto de cuento)

Este es un esbozo de cuento que escribí hace ya unos doce o trece años. Lo encontré en el baúl de los recuerdos. Las influencias son evidentes para cualquier lector medianamente informado. Lo transcribo como un manifiesto de mis aspiraciones literarias de adolescente.

"Era una calle sucia, oscura. El microbus avanzaba lento, cansado, como en un sueño, por la calzada angosta, rodeada de tierra, de antiguas canchas de fútbol que el tiempo había convertido en basurales: de sitios baldíos, de edificios abandonados que parecían verdaderos laberintos, húmedos, misteriosos, oliendo a muerte, a gritos ahogados, a vagabundos.
Renato apegó la cabeza a la ventanilla para ver mejor la noche. Al fijarse luego en la vieja cortina que tenía cerca, la usó para esconderse entre ella y la ventana, y asistir así de lleno al espectáculo somnífero y decadente que desfilaba ante sus ojos. Había en todo ello una atmósfera extraña, la noche estaba más oscura que de costumbre y sin embargo las siluetas de las casas a lo lejos tenían como un brillo de luna, un pequeño reflejo de cuya existencia Renato hubiera dudado si su conciencia no estuviera abandonándolo a causa del sueño, del ronronear constante del motor del microbús, del calor de su abrigo en el que se hundía cada vez un poco más.
En un momento la vida flotaba, sentía en su mirada y el paisaje nocturno una breve vibración que coincidía con la caricia suave de la ventanilla en su rostro. Sentía cómo el sueño entraba en él, arrastrándolo para que se deslizara por sus resbalines misteriosos. Quiso retener por un instante la conciencia de lo que acontecía, protegido así como estaba del mundo de fuera y el de dentro. Ese intersticio había sido siempre su rincón conocido. Cuando niño miraba la noche desde su ventana, oculto a sus padres por la gran cortina azul. Se sentía ahí en una zona fronteriza entre la seguridad de su cuarto y el peligro del mundo...
Al llegar al viejo teatro vio los autos de Ledezma y de Patricia. Se estacionó junto a Ledezma, no supo bien porqué. Cuando entró todo estaba preparado. Sobre el escenario habían puesto cuatro mesas, y el viejo piano del rincón había sido habilitado como bar. Todo le resultaba muy familiar y cotidiano, y la única evidencia de que había entrado en un sueño era que sobre la mirada amistosa de Clara que se acercaba a saludarlo, veía aún las siluetas iluminadas de unas casas que se movían en la oscuridad.
Era una sensación nueva y un poco sedante. Ver a Clara acercándose, mientras unas casas lejanas y superpuestas retrocedían lentamente en una calle oscura. En algún momento alcanzó a sentir que todo aquello era un sueño. Fue justo antes de sentarse a la mesa..."

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