lunes, 26 de agosto de 2013

EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS

"El aire tenía una densidad que acariciaba la piel, y el mar, refulgente, apenas producía un murmullo adormecedor. Allí se podía sentir cómo el mundo, en días y momentos mágicos, nos ofrece la engañosa impresión de ser un lugar afable, hecho a la medida de los sueños y los más extraños anhelos humanos". (P.92).

"Aquel trabajo parecía lo suficientemente oscuro, anónimo, alejado de las pasiones y ambiciones posibles, y me garantizaba las dos cosas que yo necesitaba en aquel momento: un salario para vivir, paz y rutina para tratar de recomponer mi espíritu" (P.163)

 "quizás muchos ingenuos y fanáticos creyeron algo de lo que se había dicho durante el proceso. Pero las personas con un mínimo de inteligencia tendrían que admitir que prácticamente cada palabra pronunciada allí era falsa" (P.211)

"casi de oficio pensé que tal vez López ocultaba la intención de comentar mis opiniones en algún sitio y se preparara para regresar con alguna persona capaz de complicarme la vida, justo cuando yo había eliminado todos mis sueños y ambiciones (creo que incluso mis cada vez más moribundas pretensiones literarias) y nada más deseaba un poco de paz, como el pájaro adoctrinado que acepta gustoso la rutina segura de su jaula..." (P.242)

"Aquéllas eran personas lanzadas a un éxodo de proporciones bíblicas, empujadas solo por la voluntad de sobrevivir, seres cargados con una enorme lista de frustraciones y pérdidas patentes en unas miradas de las que incluso se había esfumado la dignidad... los mismos que habían soñado con la victoria, la revolución, la democracia". (P.388)

"Liova había muerto en París. Cuando Liev Davídovich oyó aquellas palabras, sintió cómo la tierra se abría y él quedaba suspendido en el aire, como una marioneta". (P.409)

"Una desolación insondable..." (P.411) 

"Aquél fue un paréntesis de sosiego. En el país se vivía cada vez mejor, y pude dedicarme a ver crecer a mis hijos y a forjar en mi mente las ilusiones de un futuro que quizás les sonreiría a ellos...

Pero, según ella —y era cierto—, yo apenas me conformaba con acariciar expectativas para el futuro (de los demás) desde un rincón del presente donde me había acurrucado con la única esperanza de que me dejaran vivir en paz". (P.422)

"Además, el ambiente festivo que a pesar de la guerra se vivía en México llegaba hasta los muros de Coyoacán, y aunque no conseguía apagar del todo los rescoldos de la tristeza que los Trotski llevaban consigo, les advertían que, aun en las circunstancias más difíciles, la vida siempre trataba de recomponerse y hacerse tolerable..." (P.524)


"todavía hoy ni yo mismo me explico cómo salí vivo y lúcido de aquella guerra por la supervivencia..... en el fondo del abismo, acosado por todos los flancos, los instintos pueden ser más fuertes que las convicciones..." (P.536)


"había aprendido que la verdadera grandeza humana está en la práctica de la bondad sin condiciones, en la capacidad de dar a los que nada tienen, pero no lo que nos sobra, sino una parte de lo poco que tenemos. Dar hasta que duela, y no hacer política ni pretender preeminencias con ese acto, y mucho menos practicar la engañosa filosofía de obligar a los demás a que acepten nuestros conceptos del bien y de la verdad porque (creemos) son los únicos posibles y porque, además, deben estarnos agradecidos por lo que les dimos, aun cuando ellos no lo pidieran..." (P.538).


"Las promesas que nos habían alimentado en nuestra juventud y nos llenaron de fe, romanticismo participativo y espíritu de sacrificio, se hicieron agua y sal mientras nos asediaban la pobreza, el cansancio, la confusión, las decepciones, los fracasos, las fugas y los desgarramientos. No exagero si digo que hemos atravesado casi todas las etapas posibles...

Los que por convicción, espíritu de resistencia, necesidad de pertenencia o por simple tozudez, desidia o miedo a lo desconocido optamos por quedarnos, más que reconstruir algo, nos dedicamos a esperar la llegada de tiempos mejores mientras tratábamos de poner puntales para evitar el derrumbe..... A ese punto en el que enloquecen las brújulas de la vida y se extravían todas las expectativas fueron a dar nuestros sacrificios, obediencias, dobleces, creencias ciegas, consignas olvidadas, ateísmos y cinismos más o menos conscientes, más o menos inducidos y, sobre todo, nuestras maltrechas esperanzas de futuro". (P.647)

"me fumaba un par de cigarros y me dedicaba a sentir la plenitud de mi derrota, de mi vejez anticipada, de mi desencanto cósmico, a examinar la conciencia casi muerta del ser lamentable en que había desembocado el mismo hombre que alguna vez había sido un muchacho preñado de ilusiones, y que parecía dotado para domar el destino y arrodillarlo a sus pies. Qué desastre". (P.662)

"-¿Y qué hace un hombre como tú cuando ya no cree en nada?" (P.692)

"Entonces su sueño de regresar a España lo asediaría con renovada insistencia. Cada vez con mayor frecuencia, mientras leía o escuchaba música, descubría cómo su mente escapaba de las letras o de las notas y se iba hasta una playa catalana, de arena gruesa, encerrada entre el mar y la montaña, donde se reencontraba a sí mismo, a salvo del frío, la soledad, el desarraigo y el miedo". (P.708)

"Ramón pensó en ese instante cuánto le habría gustado ver llegar a su lado a ese otro Ramón, el verdadero, el héroe, el puro, y poder contarle la historia del hombre que él mismo había sido durante todos esos años en que había vivido la más larga y sórdida de las pesadillas". (P.743)


El hombre que amaba a los perros. Leonardo Padura. Edit. Tusquets. Año 2009.