lunes, 11 de julio de 2011

No soy de aquí, ni soy de allá..... (Facundo Cabral)

Me gusta el sol, Alicia y las palomas
el buen cigarro y la guitarra española...
Saltar paredes y abrir las ventanas,
y cuando llora una mujer.

Me gusta el vino tanto como las flores
y los conejos, pero no los tractores
el pan casero y la voz de Dolores,
y el mar mojándome los pies...

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad

Me gusta estar tirado siempre en la arena
o en bicicleta perseguir a Manuela
o todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad...



Tengo 36 años y por vez primera (deformaciones literarias... ¿porqué no decir "por primera vez"?)... escucho a Facundo Cabral. A propósito de su muerte, cosas de esta vida!. Recuerdo a un viejo amigo, de aquellos tiempos prehistóricos teñidos de azul y nostalgia en tierras australes, que me hablaba de Facundo, pero nunca le presté atención, tal vez prejuiciado por mis ideales adolescentes.
Ahora acabo de escuchar unas diez veces la voz de Facundo en esta canción maravillosa, mientras a ratos mi hija de cuatro años viene a modelarme su vestido nuevo, feliz de estar despierta a las diez de la noche por ser vacaciones, sonriéndome..... Y me ocurre algo tan curioso, tan inasible. Pienso que debí haber oído esta canción antes, tal vez un par de cosas no habrían sido iguales. Esto debería llamarse "Nostalgias teosóficas jurídico chilensis de un hijo pródigo", pero como dice Cortázar por ahí: Stop! Esto va derivando para otra cosa... :-) ¿habrá, a estas alturas, quien entienda?

domingo, 10 de julio de 2011

Panoramas teatreros. (1) De cómo nos comportamos cuando se nos mueve un poquito la tierra.

Bueno, vi hoy esta obra en el teatro del puente, y no me queda más que recomendarla. Sólo advertir que se requiere cierta amplitud de criterio para disfrutarla, dado un par de momentos no aptos para mentes decimonónicas. He aquí parte de la presentación de la obra en la página del teatro:

"Existen países que siempre se verán afectados por catástrofes naturales, Chile es uno de ellos, los terremotos y tsunamis han dejado una huella profunda en nuestra historia, no son una excepción, es una tragedia que se repite. El terremoto del sábado 27 de febrero del año 2010 vino a desenmascarar las desigualdades y fracturas sociales que existen en nuestro país, sus divisiones, temores, carencias, paranoias y tabúes. Este espectáculo tiene por objeto reflexionar sobre las contradicciones de nuestra sociedad a partir de esta catástrofe:
¿Que nos hace sentirnos chilenos?, ¿Es realmente verdadero ese sentimiento de solidaridad hacia los nuestros?…lo perverso no se encuentra en lo imaginario, si no en lo que esconde la realidad."

Juan Millalonco Díaz.-

viernes, 8 de julio de 2011

La reflexión cotidiana...el metro y el amor divino...



Me apropio del título de don Humberto Giannini para contar lo de anteayer… Ocurre que viviendo en una ciudad como Santiago de Chile, con el tipo de rutinas que impone el medio, y algunas otras autoimpuestas, pasan largas temporadas en que mi interacción con el entorno se reduce casi a cero (salvo la esfera familiar, por cierto, pero sabemos que en casa somos nosotros mismos, a diferencia de los roles sociales). El automóvil es una especie de extensión de la casa (o del cuerpo) en el que estamos a resguardo de los demás; el trabajo de oficina permite interactuar muy poco y pasar gran parte de la jornada frente al PC; en mi caso no veo televisión ni leo los diarios, por lo que he ido experimentando una lejanía cada vez mayor con mi entorno y sus preocupaciones. Quizá la única instancia para oír sus conversaciones sea el ascensor a la hora de almuerzo.


Señalo todo esto a propósito de que hace un par de días, y después de mucho tiempo, volví a viajar en nuestro maravilloso "transporte público". Usé la "tarjeta bip" (¿será una humorada por lo del correcaminos?), y me subí al metro. Un par de estaciones en la línea dos, luego trasbordo, y otro par en la línea uno. Eso bastó para tomar conciencia de mis niveles de enajenación respecto del día a día de mis conciudadanos (creo que aquí el término está empleado en su acepción primigenia). ¿Cómo describir la experiencia vivida?, una experiencia de manada, casi literalmente de ganado. El metro lleno a reventar, las conversaciones banales de siempre (el partido de Chile, la enfermedad de Daniela Campos, el frío)... Ingenuamente había pensado leer durante el viaje, pero la sola tarea de conservar la posesión de mi bolso implicó esfuerzos físicos considerables.


Lo increíble, dado mi desprecio por el "hombre medio" de nuestros días (sentimiento que no me enorgullece, pero que tampoco niego), es que adhiero a una cosmovisión según la cual existe un ser infinitamente superior que ama a esas criaturas. Yo me considero poco amable, pero a lo menos capaz der usar la sesera... amar a la gente del metro debe ser realmente algo "de otro mundo".



viernes, 1 de julio de 2011

PALABRAS SABIAS I

Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.
Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande: una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes; y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre. Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.
Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del señor entre los necios.

Juan Millalonco Díaz.-