viernes, 26 de enero de 2018

La balada del café triste...

Hace tiempo tenía pendiente comentar el descubrimiento de este libro, y esta excelente autora norteamericana... Hurgando en una librería del sector oriente un sábado de agosto, apareció de pronto este título irresistible: "La balada del café triste". No dudé en comprarlo, a pesar de cierto sesgo que padezco con las "escritoras", y que espero poder explicar en algún momento sin ser linchado en la plaza pública. Pero el libro compensó con creces mis expectativas. Recuerdo que me encerré en un café y me sumergí en el pequeño pueblo del sur de Estados Unidos donde transcurre la trama. Una de las primeras cosas que me asombró fue la capacidad de McCullers para crear personajes inmensamente verosímiles. De esos que en cualquier momento podrían saltar del libro y echarse a andar por las calles. Este es quizá uno de los rasgos más importantes de los buenos escritores, y que permite diferenciarlos de tanta publicación irrelevante. Personajes entrañables y decadentes... contradictorios como la vida misma, traicioneros en ciertas circunstancias pero sublimes en otras, capaces de amar y odiar por partes iguales. McCullers, con unos pocos de estos personajes y un pequeño pueblo, en un libro breve además, logra expresar el drama humano, la felicidad y el dolor, los escasos momentos de alegría y los muchos de desamparo. Como si eso no bastara, tiene algunos párrafos magistrales, con reflexiones profundas acerca de nuestra humana condición. Una gran escritora, simplemente.

"Para lo único que no tenía buena mano era para la gente. A la gente, cuando no es completamente tonta o está muy enferma, no se la puede coger y convertir de la noche a la mañana en algo más provechoso"
(P. 17).

"...los corazones de los niños son unos órganos delicados, Una entrada dura en la vida puede dejarlos deformados de mil extrañas maneras. El corazón herido de un niño se encoge a veces de tal forma que se queda ya para siempre duro y áspero como el hueso de un melocotón. O, al contrario, es un corazón que se ulcera y se hincha hasta volverse una carga penosa dentro del cuerpo, y cualquier roce lo oprime y lo hiere"
(P. 42).

"En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Están el amante y el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y ese conocimiento le hace sufrir. No le queda más remedio que una salida: alojar su amor en su corazón del mejor modo posible. Tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda, puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Por ejemplo, un hombre que es ya abuelo que chochea, y sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado, y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante y con razón; pues el amante está siempre queriendo desnudar al amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.
(P. 39 - 40)


 
La balada del café triste. Edit. Seix Barral. Segunda impresión. Abril de 2017.