domingo, 8 de febrero de 2009

La casa de Dostoievsky

"En cualquier caso, dicen que los billetes de a cien dólares le sirvieron para llegar desde Roma, donde había vivido gratis en casa de Arbeláez, hasta París, y para hospedarse en un hotel de mala muerte en la rue des Carmes, hacia el final del barrio latino, en los faldeos de la montaña de Santa Genoveva. Ahí compraba libros de segunda mano en pequeñas librerías que tenían sus cajas de saldos colocadas en la calle, obras de Alain Fournier, de Charles Nodier, de Marcel Schwob, incluso de Stéphane Mallarmé; veía películas antiguas en una sala de cine barata, de una estrechez extravagante, filmes de Murnau, de Von Sternberg, de Marcel Carné, sin excluir a Carlitos Chaplín, a Buster Keaton, ocasionalmente a John Ford y hasta Orson Welles, y se alimentaba en los cafés del barrio de pizzas o de baguettes con mantequilla, con uno que otro pepinillo, con una lonja de jamón cuando quería darse un verdadero lujo. Cosa curiosa, en París, en el corazón del París bohemio e intelectual, se propuso suprimir el vino, que no sabía medir y que empezaba a producirles resacas monumentales, y lo consiguió sin demasiado esfuerzo. Y una mañana, parece, descubrió que el Poeta Oficial, Nerón Neruda, caminaba por la vereda del frente, en una de las calles de subida a la Montaña de Santa Genoveva, en compañía de dos o tres acólitos, y apuró el paso, con intensas palpitaciones de su corazón, para no tener que saludarlo. Después se lo contó a un pintor chileno de apellido Moncada y se rieron mucho con la anécdota: el poeta que evitaba al otro poeta, al consagrado, al vaca sagrada, a toda costa, y hasta con riesgo de su vida, es decir, de su vida poética y biológica."
La casa de Dostoievsky. Jorge Edwards. Primera edición. Editorial Planeta-Casamérica. Pág. 124.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La broma

"La juventud es terrible: es un escenario por el cual, calzados con altos coturnos y vistiendo los más diversos disfraces, los niños andan y pronuncian palabras aprendidas, que comprenden sólo a medias, pero a las que se entregan con fanatismo. Y la historia es terrible porque con frecuencia se convierte en un escenario para inmaduros; un escenario para el jovencito Nerón, un escenario para el jovencito Napoleón, un escenario para masas fanatizadas de niños, cuyas pasiones copiadas y cuyos papeles primitivos se convierten de repente en una realidad catastróficamente real".
La broma. Milán Kundera. Sexta edición. Editorial Seix Barral. Página 100

"La gente suele ser esclava de las ordenanzas. Alguien les ha dicho que deben ser de tal o cual manera y ellos tratan de ser así y jamás llegan a saber quiénes eran y quiénes son. Al final ya no son nadie ni nada, actúan de una forma ambigua, oscura, confusa. El hombre debe tener ante todo el valor de ser él mismo".
Id. Página 201.

"Yo solía decir para mis adentros, con cierta satisfacción, que Lucie era para mí algo abstracto, una leyenda y un mito, pero ahora comprendía que tras estos términos poéticos se ocultaba una realidad nada poética: que no la conocía; que no la había conocido tal como era, como era en sí misma y para sí misma. No había percibido (en mi egocentrismo juvenil) nada más que aquellos aspectos de su ser que se orientaban directamente hacia mí (hacia mi abandono, hacia mi falta de libertad, hacia mi ansia de ternura y de amabilidad); no había sido para mí más que una función de mi propia situación vital; todo aquello en lo que iba más allá de esta situación vital, todo aquello en lo que era ella misma, se me escapaba."
Id. Página 261.-