Es increíble cómo
el pasado a veces se nos viene encima (es sabido: un aroma, una melodía, nos
transportan por un par de segundos a alguna época lejana de nuestras vidas, a
un mundo ya extinto, y nos dejan luego esa extraña sensación de abrupto
aterrizaje en nuestro momento actual).
Creo que comencé a
leer enserio a los trece años, en casa de una compañerita de curso, cuando su
madre me vio aburrido en un sillón y me prestó "Hijo de ladrón" de
Manuel Rojas. De cierta manera ese día marcó un antes y un después en mi
biografía, pero esa historia amerita contarse con tiempo, por lo importante,
por el cariño que me produce.
Luego de esta
primera lectura comencé a comprar mis propios libros, y desde esa temprana edad
-además de subrayarlos y anotar sus márgenes cuando la situación lo ameritaba-
he tenido la costumbre de guardar en ellos papeles en los que escribo.
Cualquier cosa: ideas sueltas, pequeñas historias urbanas, oraciones... De esa
manera, antiguos libros van dando cuenta de un cierto itinerario. Tengo además
la costumbre casi sagrada de anotar la fecha, hora y lugar en que escribo, por eso me causó extrañeza encontrar sólo la fecha en una pequeña nota
contenida en la mitad de una hoja de cuaderno universitario que apareció en uno
de mis libros antiguos... "62, modelo para armar", Editorial
Bruguera. La nota es del día 22 de febrero de 1997, por lo que debe haber sido
escrita en Concepción. Vivía en aquel tiempo (si la memoria no me traiciona),
en un hermoso lugar, especie de bosque en altura rodeado por una laguna, que
fue posteriormente adquirido por una universidad. Tenía 21 años de
edad, con lo que probablemente podría no agregar nada..., tener esa edad es como un
pasaporte para cualquier desvarío. Pero hablando con franqueza, leyéndome a la
distancia creo que mis anhelos literarios tenían algún sustento, que luego fue
quedando rezagado por el tráfago diario y por eso que suele llamarse "la
vida", (que me perdonen mis amigos Julio Florencio y Bolaño Ávalos). Les
comparto entonces lo que encontré en una vieja hoja de cuaderno, mientras
ordenaba mi biblioteca este lunes 10 de octubre...
22 de Febrero de 1997
Un trocito de mi corazón
(Tarde tranquila).-
"Desde niño supe que había algo ahí afuera, o quizás
dentro mío. Esto marcó mi destino. Me apartó de la mayoría, que creía entender
el mundo tal cual aparece a los ojos, que encontraba simple todo aquello que
para mí era un misterio. Por otra parte me produjo ese sentimiento de
"fatalidad", como la entendían los griegos, esa sensación a ratos mágica
de que alguien está detrás de todo esto que nos ocurre, moviendo los hilos de
nuestras vidas, todo lo cual no anula el libre albedrío, pero implica el
saberse observado desde alguna parte del universo. El saber esto me apartó
también, en lo profundo, de muchos de aquellos que por razones intelectuales
pudieron ser mis grandes amigos, pero que hasta con cierta molestia insistían
en negar la existencia de aquello que yo sabía tan real.
A veces le he preguntado a Dios (antes, cuando aún le
hablaba), porqué me dió este corazón de agua, o de oxígeno, no sé, pero este
corazón incoloro, donde todos los colores caben, donde todo pareciera tener su
lugar. Nada me parece ajeno, el lujo, la miseria, la frialdad, la compasión, el
desierto, la selva. He sido viejo, he sido niño, rico, pobre, loco,
cuerdo, cobarde, valiente. He pasado horas conversando con leprosos urbanos, en
escondrijos pestilentes; he escuchado sus historias, y sus almas me han
resultado tan parecidas a la mía. He pasado otras horas deshilvanando el
misterio del mundo con los grandes de este tiempo, académicos, filósofos, y sus
almas me han parecido tan cercanas. Nada me parece ajeno!. Solo huyo de
aquellos mundos falsos, donde todo parece plastificado por la mentira, por el
temor que tiene cada cual de mostrarse tal como es.
De niño tenía un jardín, lo había cultivado con mis
manos. Lo cuidaba mucho. Pasé buena parte de mi infancia escondido entre las
plantas de aquel rincón maravilloso, viendo trabajar a las hormigas, durmiendo
a la sombra de las cucardas. Recuerdo que me gustaba sentir el agua corriendo
entre las piedras, mojarme los pies descalzos, oír las conversaciones de los
adultos a lo lejos, como en sordina. Era feliz! Todo lo que puede serlo un alma
solitaria y curiosa. Desconocía por completo la relojería interna del mundo,
las querellas entre los hombres, el ruido, la miseria, la avaricia".