domingo, 25 de enero de 2009

Proyecto de Cuento

Por Juan Millalonco
Estoy sentado en una mesa del Lisboa, viendo llover tras los cristales. Froto mis manos sobre las velas, porque el frío arrecia. Me noto aún algo agitado por el suceso, por el extrañísimo hecho de haber visto después de tantos años a la mismísima Lina, la Kóserack, saliendo por la puerta de este recóndito lugar. Recuerdo que pensé en lo sorpresivo de verla nuevamente en Chile, en este “paisito de segunda” al que había jurado no regresar. (Pero eso fue más tarde, primero hubo un golpe, un nudo en el estómago. Una pulsión tan extraña que incluía el deseo de correr a saludarla y a la vez de esconderme, de no estorbar su existencia). Después, no pude evitar pensar en lo extraño que, de todos los rincones de esta gran ciudad desordenada, haya venido precisamente a éste, y se haya ido en el momento exacto para que yo alcanzara a verla un par de segundos antes que la devorara la negra noche.
(Una vez más el azar, Lina, tirándome un jarro de agua en el rostro, haciéndonos coincidir en el tiempo y el espacio. Sólo que esta vez como perfectos desconocidos, y con un pequeño interludio de veinticinco años desde aquellos míticos días en que todo parecía hermoso y nuevo, en que la vida comenzaba y teníamos pasaporte para soñar).
¡Oh, Misterioso tiempo!, mundo azaroso.
Pero la vida es así. Para sentirnos seguros, tratamos de ordenar el caos. Inventamos leyes, fabricamos teorías… mas basta un pequeño pliegue en el devenir de las cosas para recordarnos cuánto dependemos del azar. Y esto es cierto, no sólo en cuanto al encuentro de hace un rato con Lina, sino hasta en lo más esencial, ya que nuestra propia existencia (la tuya lector, la mía, la de cualquiera) es una posibilidad remota en las matemáticas del universo. Un dios solitario podría tirar los dados eternamente, sin que en ninguno de los mundos posibles llegase a existir alguno de nosotros. ¿Te acordarás, Lina, que alguna vez desgranamos largamente esta idea?. Eso fue en los primeros tiempos. “Al principio de los principios”, como te gustaba decir. Meditamos en todos los factores que debían comparecer y mezclarse en un equilibrio exacto para que cualquiera de nosotros llegase a ser. Tú, como siempre aficionada a los datos duros, hiciste el cálculo y dijiste que bastaba retroceder diez generaciones para que nuestra historia dependiera de un ejército de más de mil abuelos y abuelas remotas. Si tan sólo uno de ellos hubiese fallado en las noche decisiva… Extraño pensarlo, pero un movimiento telúrico, una visita inoportuna, tal vez el mero cansancio, hubiese bastado para que esto que parece tan real, el cafecito, Lester Young sonando en el Lisboa, la lluvia tras los cristales, la vida, no hubiese existido. ¿Te acordarás a veces, Lina?..


Juan Millalonco

1 comentario:

  1. ¿Es un proyecto para un cuento tuyo? Vaya, ojalá pudiera leerlo una vez finalizado.

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