
Pero imagínate que no tienes ni la primera ni la segunda herida de que te he hablado, sino otra, una con la que puedes nacer, o que puede aparecer en el curso de tu existencia, en la infancia, en la adolescencia o en la adultez, espontáneamente o provocada por la vida. Si naces con ella puede suceder que sea pequeña al principio y no te moleste demasiado, sin que podamos descartar la posibilidad de que desde el principio sea grande y te impida hablar o caminar, pongamos por caso, todo ello sin tener en cuenta el lugar en que nazcas, que puede ser un conventillo, una casa o un palacio. Podrá o no haber, a tu alrededor, gente que se interese o no se interese por ti y que quiera o no quiera ayudarte; si la hay y se interesa y quiere, podrás llegar a ser conservado, excepto si tu herida, esa herida que ni tu ni nadie puede ubicar, pues está en todas partes y en ninguna: en los nervios, en el cerebro, en los músculos, en los huesos, en la sangre, en los tejidos, en los líquidos y elementos que te recorren; excepto si tu herida, digo, puede con todo y con todos: con la medicina, con la educación, padres, profesores, con tus amigos, si es que llegas a tener todo eso, pues hay innumerables seres humanos que no tienen ni han tenido medicina, educación, padres, profesores ni amigos, sin que nadie parezca darse cuenta alguna de ello ni le atribuya importancia alguna en un mundo en que la iniciativa personal es lo único que vale , sea iniciativa de la clase que sea, siempre que deje en paz la iniciativa de los otros sea esta de la índole que sea. Si la herida puede con todo y con todos y sus efectos no se disminuyen sino que se mantienen y aumentan con el tiempo, no habrá salvación alguna para ti; salvación no sólo en cuanto tu alma, que estará perdida y que en todo caso es de segunda importancia en el mundo en que vivimos, sino en cuanto todo tú; y ya podrás tener, en latencia, todas las virtudes y gracias que un hombre y un espíritu pueden reunir; no te servirán de nada y todo en ti será frustrado: el amor, el arte, la fortuna, la inteligencia. La herida se extenderá a todo ello. Si tu gente tiene dinero llevarás una vida de acuerdo con el dinero que tiene; si tu gente es pobre o no tienes familia, mas te valiera infeliz, no haber nacido y harías bien, si tienes padres, en escupirles la cara aunque es más que seguro que ya habrás hecho algo peor que eso. Puede suceder que la herida aparezca en tu adultez, espontáneamente, como ya te dije o provocada por la vida, por una repetición mecánica, supongamos: el ir y venir durante decenios, de tu casa al trabajo, del trabajo a tu casa, etcétera, etcétera, o al hacer día tras día a máquina o a mano, la misma faena: apretar la misma tuerca si eres obrero, lavar los mismos vidrios si eres mozo, o redactar o copiar el mismo oficio, la misma carta o la misma factura si eres oficinista. Empezará, a veces, con mucho disimulo, (...) No le haces caso al principio, aunque sientes que el camino entre tu casa y la oficina o taller es cada día más largo y más pesado; que los tranvías van cada vez más llenos de gente y que los autobuses son más incómodos que antes, (...) y por otra parte notas que tu mujer ha envejecido y rezonga demasiado y tus hijos te molestan cada día más: gritan, pelean, discuten por idioteces, rompen los muebles ensucian los muros, piden dinero, llegan tarde a comer y no estudian lo suficiente. ¿Qué pasa? La herida se ha abierto, ha aparecido y podrá desaparecer o permanecer y prosperar; si desaparece será llamada cansancio o neurastenia; si permanece y prospera, tendrá otros nombres y podrá llevarte al desorden o al vicio; al alcoholismo, por ejemplo, al juego, a las mujerzuelas o al suicidio. (...) Pero tú, amigo mío, eres sano, has sido creado como una vara de mimbre, elástica y firme, o como una de acero, flexible y compacta; no hay fallas en ti, no hay heridas ni aparentes ni ocultas, y todas tus fuerzas, tus facultades, tus virtudes están intactas y se desarrollarán a su debido tiempo o se han desarrollado ya, y si alguna vez piensas en el porvenir y sientes temor, ese temor no tiene sino el fundamento que tienen todos los temores que experimentan los seres humanos que miran hacia el porvenir: la muerte; pero nadie se muere la víspera y el día llegará para todos y, hagas lo que hicieres también para ti.
Hijo de ladrón. Manuel Rojas. Parte dos, capítulo II (Extractos).
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