sábado, 20 de mayo de 2017

Cáscara de nuez...

En un reciente viaje a la Patagonia leí "Cáscara de nuez", la última novela de McEwan. Se trata sin duda de la obra de un escritor maduro, que maneja la técnica narrativa con un dominio y maestría adquiridos tras largos años de oficio. Por algún motivo (que nada tiene que ver con la trama), me recordó "Ensayo sobre la ceguera". La similitud tiene que ver con el proceso creativo... comenzar el relato con un hecho imposible, contrario al sentido común, y luego seguir como si nada, aplicando una lógica y causalidad impecables.
En el caso de Saramago asistimos a una pandemia de ceguera; McEwan, por su parte, nos presenta como narrador a un feto lúcido e inteligente que desde su condición va descubriendo el funcionamiento del mundo y divaga sobre el futuro que le espera.
Ya en ese escenario insólito, McEwan quiso que la madre del narrador junto a su amante (hermano de su marido), se encargaran de asesinar a éste. Así, nuestro pequeño narrador antes de ver la luz es una especie de cómplice pasivo del asesinato por envenenamiento que su madre y su tío perpetran contra su padre. El final es magistral y triste. El narrador no puede evitar amar a su madre a pesar de sus fechorías, exhibiendo de manera entrañable una precoz admiración edípica.  En los últimos párrafos, luego de haber nacido en difíciles circunstancias, lo vemos feliz de tener la opción de vivir junto a ella, aunque sea por un tiempo, y sabiendo que le espera un futuro aciago.
McEwan exhibe una técnica impecable, e introduce algunas reflexiones inolvidables  acerca de la maravilla de vivir.
Definiría la novela como una pieza exótica y a  ratos conmovedora de un escritor consagrado. Memorable!

"Lo que más temo, no son los parques temáticos del Paraíso y del Infierno -las atracciones celestiales, las muchedumbres infernales-, y podría sobrellevar el insulto del olvido eterno. Ni siquiera me importa no saber a cuál de los dos iré. Lo que temo es perdérmelos. Deseo saludable o pura glotonería, en primer lugar quiero mi vida, mi nacimiento, mi cuota infinitesimal del tiempo infinito y la posibilidad fiable de una conciencia. Se me debe un puñado de decenios para probar suerte en un planeta que gira libremente. Esa es la atracción de mi feria: la pared de la vida. Quiero mi oportunidad. Quiero llegar a ser. Dicho de otro modo, hay un libro que quiero leer y que todavía no se ha escrito, aunque ya está empezando. Quiero leer hasta el final mi historia del siglo XXI. Quiero estar ahí, en la última página, cuando sea octogenario, endeble pero vivaracho. Bailando giga la noche del 31 de diciembre de 2099". (Pág. 144)
 
"Sin duda la complejidad me llegaría en su momento. Hasta entonces mi plan consistía en presentarme como un inglés nacido libre, una criatura de la pos-ilustración inglesa-y-también-escosesa-y-francesa. Mi identidad la esculpirían el placer, el conflicto, la experiencia, las ideas y mi propio raciocinio, del mismo modo que la lluvia, el viento y el tiempo configuran las rocas y los árboles". (Pág.162).

"Estoy listo, voy, el mundo me acogerá, me cuidará porque no puede oponerme resistencia. Vino de la copa y no a través de la placenta, libros directamente a la luz de una lámpara, música de Bach, paseos por la orilla del mar, besos a la luz de la luna. Todo lo que he aprendido hasta ahora me dice que estos deleites no son caros, son asequibles, me aguardan". (Pág.179).

Cáscara de nuez. Ian McEwan. Editorial Anagrama. 2016.

1 comentario:

  1. Qué curioso relato. Me cuesta creer, a priori, que a partir de un supuesto tan absurdo pueda construirse una narración creíble y, más que eso, estremecedora. Sin embargo, hay autores que tienen ese don. Al parecer estamos frente a uno de ellos.
    En la Cofradía Literaria a la que asisto estuvimos un semestre entero preguntándonos si puede haber belleza en el dolor. Concluimos que sí. Que el dolor rasga nuestro corazón, abre nuestros ojos, nos deja al descubierto, quita las defensas, y nos deja totalmente vulnerables ante la Vida, para absorberla, aprehenderla, contemplarla, y que finalmente se haga parte de nosotros...y ahí hay belleza, finalmente. Me refiero a que la sola chance de tener un tiempo en este planeta significa que bailaremos y lloraremos (y a veces ambas cosas al mismo tiempo)... la única forma de vivir realmente es no teniendo reservas, estando expuestos ante el mundo, e incluso a veces a cosas que potencialmente pueden destruirnos (pienso en los voluntarios de hospitales de guerra en zonas de conflicto, que se lanzan a su tarea con el corazón lleno de fervor, por ejemplo)...
    Sin haber leído el libro (pero con muchas ganas de hacerlo), me parece que eso es lo que quiere decir el pequeño protagonista de la historia...

    Saludos!!

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