viernes, 4 de noviembre de 2016

Bolaño otra vez...

Luego de la prematura muerte de Roberto Bolaño, comenzaron a aparecer sucesivos libros que los albaceas iban "descubriendo" al revisar sus manuscritos (El tercer Reich, Los sinsabores del verdadero policía, El secreto del mal, La universidad desconocida). Esto me produjo la lógica sospecha de que el mercado editorial estaba intentando pasarnos gato por liebre, aprovechando la creciente celebridad póstuma de Bolaño para imprimir en elegantes ediciones de Anagrama hasta sus listas de compra. Siempre hay mercado para eso. Los fanáticos de algún escritor muerto (de la persona, no de la obra), son una demostración palmaria de la humana necesidad de buscar ídolos ante los cuales postrarse. Si la anterior afirmación le parece exagerada, le invito a visitar alguna de las casas de Neruda, donde los guías nos explican con arrobamiento cómo el poeta cepillaba sus dientes o hacía el nudo de la corbata.
                            
Para salir de dudas aproveché los recientes feriados y me apliqué a la lectura de "El espíritu de la ciencia ficción", la última entrega póstuma de Bolaño (hasta el momento, porque los albaceas siguen hurgando manuscritos), en una hermosa edición de Alfaguara.
A poco andar, olvidé mis desconfianzas con el mundillo editorial, y me hallé sumergido en el cautivante universo bolañesco. Ahí estaba esa tribu de escritores urbanos que tienen asumido su destino aunque no hayan publicado en su vida, y se limiten a leer sus poemas en pequeños cenáculos ubicados en los rincones más inverosímiles; ahí está la redención cultural de lugares y paisajes, como algún antiguo galpón ubicado en el pueblo de "Santa Bárbara", al sur de Chile, donde funciona una oculta facultad de la Universidad desconocida, llamada "Academia de la papa" o de la patata...
Sobre todo, encontré una vez más aquello que me deslumbró en "Los detectives salvajes", una extraña mezcla entre rupturismo cultural y sapiencia decimonónica, un ambiente cargado de locura y de inteligencia a la vez. Quizá una manifestación esperable de la propia naturaleza del autor, que a ratos podía parecer un hippie desencantado, pero que no lograba ocultar la mirada omnicomprensiva de un "pater familia" viejo y sabio.
A estas alturas no sé si "El espíritu de la ciencia ficción" es un buen libro, pero como diría un buen amigo: es Bolaño.

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