domingo, 4 de octubre de 2020

La tentación del fracaso

 


"Todo diario íntimo surge de un agudo sentimiento de culpa. Parece que en él quisiéramos deposi
tar muchas cosas que nos atormentan y cuyo peso se aligera por el solo hecho de confiarlas a un cuaderno. Es una forma de confesión apartada del rito católico, hecha para personas incrédulas. Un coloquio humillante con ese implacable director espiritual que llevan dentro de sí todos los hombres afectos a este tipo de confidencias.

Un diario íntimo es también un prodigio de hipocresía. 

Habría que aprender a leer entre líneas, descubrir qué hecho concreto ha dictado tal apunte o tal reflexión. Por lo general se analiza el sentimiento pero se silencia la causa. Las páginas se cubren de alusiones, de un simbolismo personal, como si quisiera promoverse un juego de adivinación. Yo mismo cuántas veces me he sorprendido de hallar en mi diario párrafos oscuros, que sólo un poderoso esfuerzo de memoria me ha permitido desentrañar.

Todo diario íntimo nace de un profundo sentimiento de soledad. Soledad frente al amor, la religión, la política, la sociedad. La mayor parte de los diaristas fueron solteros. Los hombres casados, activos, sociables, que desempeñen funciones públicas, difícilmente podrían llevar un diario, ocupados como están en vivir por y para los demás.

Todo diario es un síntoma de debilidad de carácter, debilidad en la que nace y a la que a su vez fortifica. El diario se convierte así en el derivativo de una serie de frustraciones, que por el solo hecho de ser registradas parecen adquirir un signo positivo.

En todo diario íntimo hay un problema capital planteado que jamás se resuelve y cuya no solución es precisamente lo que permite la existencia del diario. El resolverlo, trae consigo su liquidación...

Todo diario íntimo se escribe desde la perspectiva temporal de la muerte"

(Julio Ramón Ribeyro. La tentación del fracaso. 29 de enero de 1954)

domingo, 24 de junio de 2018

El mapa y el territorio. Michel Houellebecq



Terminé hoy "El mapa y el territorio", novela con la que Michel Houellebecq obtuvo el premio Goncourt el año 2010. Las últimas páginas me recordaron el 31 de diciembre del año 2011, en que terminé de leer "Las partículas elementales" cerca de la medianoche. Cerré el libro y debí partir a la clásica cena de fin de año. Recuerdo haber estado toda la velada con una sensación de irrealidad y nostalgia, inevitables en mi opinión al llegar al final de esa magnífica novela. Lo que me impresionó en aquel primer libro de Houellebecq fue por sobre todo el punto de vista, la manera desapegada y objetiva con que el narrador se refería a la especie y los asuntos humanos, como si se tratara de un entomólogo describiendo el comportamiento de un tipo de insectos con los que  se ha encariñado de forma especial, o un ser de otro planeta que observara con algo de asombro y simpatía (lástima a ratos), las miserias y logros de nuestra especie. En "Las partículas..." ese tono y perspectiva tienen una resolución magistral al final del libro, que permite entender el camino recorrido con un prisma totalmente distinto al que tuvimos al iniciar la lectura.
En el caso de "El mapa y el territorio", si bien el argumento es más convencional (lo cual no impide que el propio Houellebecq sea un personaje más del libro, y padezca un final asombroso), se respira un ambiente parecido, una mirada del hombre en que lo efímero de su existencia está siempre presente. Al finalizar el libro, tuve la misma sensación... una especie de conciencia amplificada de la esencial fragilidad de la vida humana, y como consecuencia (asunto que no sé si es buscado deliberadamente por el autor), lo absurdo de cualquier interés profundo o apasionado por los asuntos humanos al alero de una cosmovisión nihilista. Houellebecq parece mostrar al final del día la urgente necesidad del dogma y el orden, aunque llegue a ello por vías no tradicionales.
El mapa y el territorio me pareció una novela importante, de las mejores que he leído el último año. Tiene reflexiones agudas sobre diversos temas... la creación artística es uno de los principales (Jed Martin, el protagonista, es un artista que comienza como oscuro fotógrafo y termina siendo un célebre pintor), pero también sobre las relaciones amorosas, el dinero, el mercado del arte y hasta el celibato católico y los perfiles sicopáticos. Muy interesante y muy recomendable!.


"La cuestión de la belleza es secundaria en la pintura, a los grandes pintores del pasado se les consideraba tales cuando habían desarrollado una visión del mundo a la vez coherente e innovadora, lo cual significa que pintaban siempre de la misma manera, que utilizaban siempre el mismo método, los mismos procedimientos para transformar los objetos del mundo en objetos pictóricos, y que esta manera que les era propia no había sido empleada nunca antes. Se les apreciaba aún más como pintores cuando su visión del mundo parecía exhaustiva, parecía aplicable a todos los objetos y todas las situaciones existentes o imaginables". (P.34)

"El padre de su padre había sido fotógrafo; sus propios orígenes se perdían en una especie de charco sociológico poco apetitoso, estancado desde tiempos inmemoriales, esencialmente compuesto de obreros agrícolas y campesinos pobres". (P.35)

"Después de haberse servido un vaso de whisky dio varias veces la vuelta a la sala, siguiendo una trayectoria elipsoidal y fingiendo más o menos que estaba absorto en sus reflexiones, cuando en realidad su cerebro no conseguía formular ningún pensamiento, aparte de la sorpresa, de que la imagen de sus (antiguos) compañeros hubiese desaparecido tan completamente de su memoria, borrada, borrada radicalmente; era para preguntarse si él pertenecía a la especie humana". (P.55).

"...más asombroso aún era que le hubiese elegido a él. Cierto que era un chico guapote, pero de esos bajitos y menudos que no suelen buscar las mujeres; la imagen del bruto viril que te lleva a la cama volvía a estar en auge desde hacía unos años, y la verdad era que se trataba de algo más que un simple cambio de moda, era el retorno a los fundamentos básicos de la naturaleza, de la atracción sexual en lo que tiene de más elemental y más brutal... Sí, la elección de Olga era sorprendente y Jed se habría asombrado si su carácter le hubiera permitido asombrarse de esta clase de cosas o cuando menos notarlas". (P.63)

"...joven pareja urbana sin niños, estéticamente muy decorativa, aún en la primera fase de su amor, y por ello dispuesta a maravillarse por todo, con la esperanza de acumular una reserva de hermosos recuerdos que les servirían a la hora de afrontar los años difíciles, que hasta quizá les permitiera superar una crisis de pareja: para cualquier profesional de la restauración y la hostelería representaban el arquetipo de los clientes ideales". (P.83)


A propósito de los sacerdotes católicos: "Herederos de una milenaria tradición espiritual que ya nadie comprendía realmente, en otro tiempo situados en primera fila de la sociedad, los curas se veían actualmente reducidos, al término de estudios espantosamente largos y difíciles que abarcaban el dominio del latín, del derecho canónico, de la teología racional y de otras materias casi incomprensibles, a subsistir en miserables condiciones materiales, a pasar de un grupo de lectura del Evangelio a un taller de alfabetización, a decir misa cada mañana para unos feligreses escasos y avejentados, todo goce sensual les estaba vetado, y hasta los placeres elementales de la vida familiar, obligados sin embargo por la función que desempeñan a manifestar día tras día un optimismo forzoso..... Los jóvenes sacerdotes urbanos constituían un tema desconcertante e inaccesible para quienes no compartían su fe". (P.88)



 "Por lo que había podido observar, la existencia de los hombres se organizaba alrededor del trabajo, que ocupaba la mayor parte de la vida, y se realizaba en organizaciones de dimensión variable. Al final de los años de trabajo de abría un periodo más breve, marcado por el desarrollo de diversas patologías. Algunos seres humanos, durante el período más activo de su vida, intentaban además asociarse en microagrupaciones, denominadas familias, cuya finalidad era la reproducción de la especie, pero estas tentativas, casi siempre, daban un brusco viraje por motivos relacionados con la “naturaleza del tiempo”. (P.93)


"...ser artista, en su opinión, era ante todo ser alguien sometido. Sometido a mensajes misteriosos, imprevisibles, que a falta de algo mejor y en ausencia de toda creencia religiosa había que calificar de intuiciones; mensajes que no por ello ordenaban de manera menos imperiosa, categórica, sin dejarte la menor posibilidad de escabullirte, a no ser que perdieras toda noción de integridad y de respeto por ti mismo". (P.94)


"Tenía un falso aspecto de lesbiana intelectual que eventualmente podía seducir a chicos de temperamento algo pasivo..... Ha cambiado mucho -dijo Jed-. O sea, en el plano personal. Profesionalmente, en cambio, nada. De todas formas, es impresionante hasta qué punto la gente corta su vida en dos partes que no se comunican entre sí, que no interactúan en absoluto una con otra. Me parece increíble que lo hagan tan bien". (P.137)


¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo a un hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor. (P.138)


"Olga era dulce, era dulce y amante, Olga le amaba, se repitió con una tristeza creciente al mismo tiempo que comprendía que ya nunca habría nada entre ellos, que nunca podría haber nada entre ellos, la vida te ofrece una oportunidad a veces, se dijo, pero cuando eres demasiado cobarde o indeciso para aprovecharla, la vida recoge sus cartas, hay un momento para hacer las cosas y para abrazar una felicidad posible, ese momento dura algunos días, a veces unas semanas e incluso unos meses, pero sólo se presenta una única vez, y si quieres rectificar más tarde es simplemente imposible, ya no queda sitio para la esperanza, la creencia y la fe, subsiste una resignación suave, una piedad recíproca y entristecida, la sensación inútil y justa de que podría haber ocurrido algo, de que sencillamente uno se ha mostrado indigno del don que le acaban de hacer". (P.220)


Pues tiene razón: mi vida se acaba y estoy decepcionado. No ha sucedido nada de lo que esperaba en mi juventud. Ha habido momentos interesantes, pero siempre difíciles, siempre arrancados al límite de mis fuerzas, nunca he recibido algo como un don y ahora estoy harto, sólo quisiera que todo termine sin sufrimientos excesivos, sin una enfermedad anuladora, sin dolencias. (P.229)




El mapa y el territorio. Edit. Anagrama. Panorama de Narrativas. Primera edición. Septiembre de 2011. 









viernes, 26 de enero de 2018

La balada del café triste...

Hace tiempo tenía pendiente comentar el descubrimiento de este libro, y esta excelente autora norteamericana... Hurgando en una librería del sector oriente un sábado de agosto, apareció de pronto este título irresistible: "La balada del café triste". No dudé en comprarlo, a pesar de cierto sesgo que padezco con las "escritoras", y que espero poder explicar en algún momento sin ser linchado en la plaza pública. Pero el libro compensó con creces mis expectativas. Recuerdo que me encerré en un café y me sumergí en el pequeño pueblo del sur de Estados Unidos donde transcurre la trama. Una de las primeras cosas que me asombró fue la capacidad de McCullers para crear personajes inmensamente verosímiles. De esos que en cualquier momento podrían saltar del libro y echarse a andar por las calles. Este es quizá uno de los rasgos más importantes de los buenos escritores, y que permite diferenciarlos de tanta publicación irrelevante. Personajes entrañables y decadentes... contradictorios como la vida misma, traicioneros en ciertas circunstancias pero sublimes en otras, capaces de amar y odiar por partes iguales. McCullers, con unos pocos de estos personajes y un pequeño pueblo, en un libro breve además, logra expresar el drama humano, la felicidad y el dolor, los escasos momentos de alegría y los muchos de desamparo. Como si eso no bastara, tiene algunos párrafos magistrales, con reflexiones profundas acerca de nuestra humana condición. Una gran escritora, simplemente.

"Para lo único que no tenía buena mano era para la gente. A la gente, cuando no es completamente tonta o está muy enferma, no se la puede coger y convertir de la noche a la mañana en algo más provechoso"
(P. 17).

"...los corazones de los niños son unos órganos delicados, Una entrada dura en la vida puede dejarlos deformados de mil extrañas maneras. El corazón herido de un niño se encoge a veces de tal forma que se queda ya para siempre duro y áspero como el hueso de un melocotón. O, al contrario, es un corazón que se ulcera y se hincha hasta volverse una carga penosa dentro del cuerpo, y cualquier roce lo oprime y lo hiere"
(P. 42).

"En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Están el amante y el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y ese conocimiento le hace sufrir. No le queda más remedio que una salida: alojar su amor en su corazón del mejor modo posible. Tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda, puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.
Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Por ejemplo, un hombre que es ya abuelo que chochea, y sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado, y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.
Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante y con razón; pues el amante está siempre queriendo desnudar al amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.
(P. 39 - 40)


 
La balada del café triste. Edit. Seix Barral. Segunda impresión. Abril de 2017. 


  

miércoles, 23 de agosto de 2017

De qué hablo cuando hablo de escribir...

Murakami lo hizo nuevamente. Leyéndolo pareciera una tarea sumamente sencilla hacer una hora de deporte diario durante 30 años de vida adulta, o sentarse a la mesa de la cocina durante las noches y escribir novelas de 700 páginas. Haruki tiene una sencillez, incluso a ratos un aparente candor para compartir sus temas, que produce al leerlo la sensación de encontrarnos ante "una persona completamente corriente, como las miles y miles que existen en cualquier lugar del mundo" (sus palabras textuales). No obstante, quien se adentre en sus obras notará que hay algo más que sólo disciplina y ganas de escribir.
Se trata de un libro muy personal, en que cuenta cómo se embarcó en este camino casi por azar, y luego de una experiencia epifánica una tarde de abril de 1978 mientras observaba un partido de béisbol de su equipo favorito. Si hemos de creer el relato, fue el momento de unos débiles aplausos tras un lanzamiento, mientras él disfrutaba una cerveza recostado en el pasto, cuando sin motivo aparente se convirtió en escritor... "El cielo estaba despejado, la cerveza fría, y la pelota blanca destacaba contra el fondo verde del césped del terreno de juego...El golpe de la pelota contra el bate resonó por todo el estadio y levantó unos cuantos aplausos dispersos a mi alrededor. En ese preciso instante, sin fundamento y sin coherencia alguna con lo que ocurría a mi alrededor, me vino a la cabeza un pensamiento: "Eso es. Quizás yo también pueda escribir una novela". Aún recuerdo la sensación. Fue como agarrar con fuerza algo que caía del cielo despacio, dando vueltas. Desconozco la razón de por qué cayó aquello entre mis manos. No lo entendí en aquel momento y sigo sin entenderlo ahora. Fuese cual fuese la razón, simplemente sucedió". 
Parece testimonio de ufólogos, pero el hecho es que según nos cuenta, luego del partido de béisbol fue a una librería en el centro de la ciudad a comprar un cuaderno y una pluma, y aquella misma noche empezó a escribir su primera novela sentado a la mesa de la cocina.
El libro es además, como resulta fácil suponer, una especie de autobiografía, en que Haruki entrega algunos detalles sabrosos sobre su difícil relación inicial con la crítica de su país y los motivos literarios y personales que lo llevaron a emigrar a Estados Unidos. Interesante como pocos, aunque seguramente no será de sus títulos más leídos.
Acerca de las protestas que le tocó presenciar mientras estudiaba en la Universidad de Waseda durante los años setenta, nos dice:
"En la esencia misma de aquel movimiento me pareció ver algo equivocado, incorrecto, un giro viciado que les había hecho perder su sana imaginación. Al final, después del temporal de violencia, lo que quedó en nuestro corazón fue una gran desilusión, un sabor de boca horrible. Por muchos eslóganes ingeniosos que se inventaran, a pesar de los hermosos mensajes que flotaban en el ambiente, sin un espíritu ni una moral capaces de sostener lo que era realmente correcto y bello, todo se convertía en una sucesión de palabras hueras. La experiencia me lo enseñó y aún estoy convencido de ello. Las palabras tienen poder y ese poder hay que saber usarlo de una forma correcta. Como mínimo deben ser justas e imparciales. No pueden caminar solas... Todo aquello me impulsó a adentrarme una vez más en territorios más individuales y allí me instalé. Me refiero al territorio de los libros, de la música y el cine". (Pág.41).

"Cuando arañaba un poco de tiempo libre, me ponía a leer algún libro. Por muy ocupado que estuviera, por muy apretada que resultara mi vida, leer suponía la misma alegría que escuchar música. Nadie pudo robarme nunca aquel placer". (P. 44). 

"El idioma es fuerte por naturaleza. Tiene un carácter resistente acreditado por una larga historia. Por mucho que alguien lo violente, nunca perderá su identidad. Probar distintas posibilidades y forzar sus límites es un derecho inherente a todos los escritores. Sin ese espíritu aventurero nunca aparecerá nada nuevo". (P. 52). 

A propósito de la originalidad en el arte, escribe:
"La mayoría de la gente rechaza por puro instinto lo que no comprende, en especial aquellos que integran el establishment, quienes más adaptados están a formas de expresión ya existentes o quienes pertenecen a las élites afianzadas en esas formas. Para todos ellos, lo original puede convertirse en un motivo de repulsión, de rechazo. En el peor de los casos amenaza con agitar el suelo bajo sus pies". (P. 92).   

"Creo firmemente que lo conseguido a base de perseverancia se demuestra con el tiempo. El mundo está repleto de cosas que solo se pueden demostrar con el paso del tiempo. De no atesorar semejante convicción, tal vez me hundiría, por muy audaz o descarado que pueda ser. Pero si uno tiene claro que ha hecho cuanto debía, no hay nada que temer. Lo demás es mejor dejarlo en manos del tiempo. Manejar el tiempo con respeto y cortesía equivale, en cierta manera, a convertirlo en un aliado. Es lo mismo que sucede con las mujeres". (P. 156).

"La confusión habita en el corazón de todos. También en el mío, por supuesto. La confusión no se puede sacar a la luz. No es algo de lo que alardear. Si uno quiere enfrentarse a ella, no tiene más remedio que descender en silencio hasta las profundidades de su conciencia. Aquello a lo que debemos enfrentarnos, lo que merece la pena de verdad, solo existe ahí, oculto bajo nuestros pies.
Verbalizar esos procesos íntimos y hacerlo de una manera fiel y honrada exige concentración, silencio, una persistencia inagotable y una conciencia sistematizada, al menos hasta cierto punto". (P. 180). 


Sobre los libros y la vida:
"Apenas tenía tiempo para pensar en otra cosa que no fueran los libros, pero estoy convencido de que para mí fue algo bueno. Si me hubiera puesto a mirar a mi alrededor, a pensar en serio en las contradicciones, en las mentiras o en toda la falsedad que me rodeaba, de haberme enfrentado a lo que no me convencía, quizás habría terminado acorralado en un callejón sin salida en una situación muy comprometida". (P. 207).


"De no haber leído tantos libros estoy seguro de que mi vida habría sido más gris, deprimente incluso, apática. Leer fue mi gran escuela, ese lugar construido especialmente por y para mí, donde aprendí muchas cosas importantes de la vida. En ese lugar no existían reglas absurdas ni juicios de valor en función de números o estadísticas. Tampoco había competitividad, no había nadie interesado en alcanzar el primer puesto de ningún ranking... Era yo quien creaba mis propias instituciones desde dentro de una gran institución. (P. 208).
De qué hablo cuando hablo de escribir. Haruki Murakami. Tusquets. Abril de 2017.

sábado, 20 de mayo de 2017

Cáscara de nuez...

En un reciente viaje a la Patagonia leí "Cáscara de nuez", la última novela de McEwan. Se trata sin duda de la obra de un escritor maduro, que maneja la técnica narrativa con un dominio y maestría adquiridos tras largos años de oficio. Por algún motivo (que nada tiene que ver con la trama), me recordó "Ensayo sobre la ceguera". La similitud tiene que ver con el proceso creativo... comenzar el relato con un hecho imposible, contrario al sentido común, y luego seguir como si nada, aplicando una lógica y causalidad impecables.
En el caso de Saramago asistimos a una pandemia de ceguera; McEwan, por su parte, nos presenta como narrador a un feto lúcido e inteligente que desde su condición va descubriendo el funcionamiento del mundo y divaga sobre el futuro que le espera.
Ya en ese escenario insólito, McEwan quiso que la madre del narrador junto a su amante (hermano de su marido), se encargaran de asesinar a éste. Así, nuestro pequeño narrador antes de ver la luz es una especie de cómplice pasivo del asesinato por envenenamiento que su madre y su tío perpetran contra su padre. El final es magistral y triste. El narrador no puede evitar amar a su madre a pesar de sus fechorías, exhibiendo de manera entrañable una precoz admiración edípica.  En los últimos párrafos, luego de haber nacido en difíciles circunstancias, lo vemos feliz de tener la opción de vivir junto a ella, aunque sea por un tiempo, y sabiendo que le espera un futuro aciago.
McEwan exhibe una técnica impecable, e introduce algunas reflexiones inolvidables  acerca de la maravilla de vivir.
Definiría la novela como una pieza exótica y a  ratos conmovedora de un escritor consagrado. Memorable!

"Lo que más temo, no son los parques temáticos del Paraíso y del Infierno -las atracciones celestiales, las muchedumbres infernales-, y podría sobrellevar el insulto del olvido eterno. Ni siquiera me importa no saber a cuál de los dos iré. Lo que temo es perdérmelos. Deseo saludable o pura glotonería, en primer lugar quiero mi vida, mi nacimiento, mi cuota infinitesimal del tiempo infinito y la posibilidad fiable de una conciencia. Se me debe un puñado de decenios para probar suerte en un planeta que gira libremente. Esa es la atracción de mi feria: la pared de la vida. Quiero mi oportunidad. Quiero llegar a ser. Dicho de otro modo, hay un libro que quiero leer y que todavía no se ha escrito, aunque ya está empezando. Quiero leer hasta el final mi historia del siglo XXI. Quiero estar ahí, en la última página, cuando sea octogenario, endeble pero vivaracho. Bailando giga la noche del 31 de diciembre de 2099". (Pág. 144)
 
"Sin duda la complejidad me llegaría en su momento. Hasta entonces mi plan consistía en presentarme como un inglés nacido libre, una criatura de la pos-ilustración inglesa-y-también-escosesa-y-francesa. Mi identidad la esculpirían el placer, el conflicto, la experiencia, las ideas y mi propio raciocinio, del mismo modo que la lluvia, el viento y el tiempo configuran las rocas y los árboles". (Pág.162).

"Estoy listo, voy, el mundo me acogerá, me cuidará porque no puede oponerme resistencia. Vino de la copa y no a través de la placenta, libros directamente a la luz de una lámpara, música de Bach, paseos por la orilla del mar, besos a la luz de la luna. Todo lo que he aprendido hasta ahora me dice que estos deleites no son caros, son asequibles, me aguardan". (Pág.179).

Cáscara de nuez. Ian McEwan. Editorial Anagrama. 2016.

jueves, 19 de enero de 2017

El abuelo que saltó por la ventana y se largó...

Terminé anoche, todavía con una sonrisa y cierta nostalgia, las aventuras del viejo Allan Karlsson... Disfrutar de este libro me hizo preguntarme para qué leemos, o cuál sería el objetivo de la literatura. En parte porque la historia que nos entrega Jonas Jonasson requiere que renunciemos de entrada a la pretensión de verosimilitud del relato, cuestión que a ciertos lectores no les hace ruido alguno, pero que a otros nos genera un problema mayúsculo. (Desconozco las razones, pero cada vez que en un libro se violan las leyes de la física, y algún personaje comienza a levitar o hay simios que hablan, desaparece automáticamente mi interés en continuar la lectura. De ahí mi divorcio con grandes escritores como Poe o García Márquez).
En cualquier caso, lo inverosímil del relato de Jonasson va por otro lado. Ninguna de las aventuras del protagonista es fantástica en sí, y tal vez un niño podría creer que una vida como la de Karlsson es posible (se me ocurre en este momento, solo en este punto, comparar la novela con la película "La vida es bella", en que un hombre no solo logra sobrevivir a un campo de concentración nazi junto a su pequeño hijo, sino que una afortunada mezcla de circunstancias y casualidades permiten que el niño durante toda su estadía no sufra daño alguno, y crea estar en una feliz temporada de trabajo junto a su padre). La imposibilidad del relato es de tipo estadística, por una parte (la cantidad de veces que Karlsson logra "milagrosamente" salir con vida, por ejemplo), y de tipo "cultural", en el sentido que el comportamiento de científicos, jefes de estado, diplomáticos, etc, no es el real.
Todo esto podría resumirse diciendo que es una novela esencialmente humorística, plagada de situaciones hilarantes, precisamente por su inverosimilitud en muchos casos.

Pero hay algo más, y es en mi opinión lo que rescata al libro, y hace que valga la pena leerlo (a pesar de ser un éxito de ventas, razón suficiente para desconfiar de cualquier producto cultural)... Transmite la historia una sensación de bienestar, de felicidad, y de cariño por la especie humana, hasta de cierta indulgencia podríamos decir. Sintomática es a este respecto la cita bíblica que Benny Ljungberg, -ex dueño de un puesto de salchichas y actual sospechoso de un crimen junto al abuelo Karlsson- recomienda leer al comisario Aronsson (luego terminarán siendo parte de un mismo grupo de amigos, de vacaciones en un hotel en Bali). "Lea Juan 8:7", le dice Benny al comisario al despedirse. Luego éste pasará "un par de horas leyendo el libro sagrado en el bar del hotel y en compañía de un gin-tonic, y otro gin-tonic y otro gin-tonic". Conoce así la historia de la mujer adúltera a punto de ser apedreada por los guardianes del orden de su época, y las célebres palabras de Jesús: "Quien de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra". Esto llevará al comisario a pensar en los pasajes oscuros de su propia biografía.

Mención aparte requiere el protagonista de la historia, que genera cariño desde el principio por su audacia y falta de prejuicios, y en especial por su fantástico sentido común y las ganas de vivir incansables con las que se enfrenta a la vida, soportando estoicamente el encierro en una cárcel en Siberia, y disfrutando con tranquilidad años de vacaciones en una playa en Indonesia. Karlsson parece decirnos con su historia: tómese la vida con calma, y no se preocupe más de la cuenta...
Volviendo a la pregunta inicial, creo que vale la pena la novela de Jonasson casi a modo de terapia. No se trata de gran literatura, pero cumple otra función valiosa: nos devuelve la alegría de la lectura, y con ciertos detalles nos recuerda la importancia de disfrutar del ocio y los pequeños placeres de la vida. Por esos logros, resulta muy recomendable.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

A propósito de Fernando Pessoa...



Leo en un prólogo a los cuentos de Fernando Pessoa la siguiente frase, que por cierto no dejó de evocarme algunos ambientes de Borges: “En 1915 aparece Orpheu, una revista que revolucionará la apacible vida literaria portuguesa, y que editará tres números, si bien el último de ellos no llegará a ver la luz”.
Luego se nos informa que la presencia de Pessoa en la revista será fundamental.
Mi primera sensación es de tomadura de pelo… la afirmación o no es cierta, o se trata de una grosera exageración de Manuel Moya (el traductor y prologuista de la bella edición de “Páginas de espuma”). En efecto, ¿qué tipo de ambiente literario puede prestarse para que tan sólo dos ejemplares de una revista logren “revolucionar” un país en ese ámbito?. Moya nos aclara que se trata de un ambiente “apacible”, seguramente un eufemismo para referirse a la virtual ausencia de literatura (intuyo que la aparición de una revista literaria en Linares o Futaleufú sería también un “acontecimiento”).
Al margen de esto, y saliéndome de Portugal, la frase me hizo pensar 1) en mi país (Santiago en realidad, no pensé más que en Santiago), y si habría espacio para alguna revista literaria que efectivamente logre sacudirnos un poco y ser leída más allá de los reducidos cenáculos académicos en que circulan hoy, y 2) en que ese podría ser el argumento para algún cuento o novela… El Santiago de 2017, en medio de su embobamiento post escándalos políticos, de pronto comienza a verse alterado por un grupo de escritores que, de manera anónima, irrumpen con textos rupturistas. Son leídos de manera cada vez más masiva por jóvenes, dueñas de casa, y “hasta” gerentes de banco, todos los cuales una vez que engullen los textos como posesos, exhiben síntomas preocupantes, una marcada tendencia al aislamiento y a replantearse su forma de vida citadina (porque –además- los supuestos escritores según corre el rumor urbano, viven en comunidad en la zona cordillerana, reclutan adeptos y montan obras de teatro en sótanos, galpones abandonados y otros lugares similares). Aparecen ejemplares de la revista en el metro, en ferias libres, sin que nunca se sepa de donde han salido. Las extrañas conductas de los lectores comienzan a despertar cierta preocupación en las autoridades, que hasta ese momento abogaban por la lectura como un bien sacrosanto. Sin embargo, todo se da a un nivel más bien anecdótico, hasta el día de la primera aparición pública…
Bueno, si algún literato local se motiva por estas temáticas, podrá contar por lo menos con un seguro comprador.
¿Y los cuentos de Pessoa?...
Quedarán para una próxima ocasión.

lunes, 14 de noviembre de 2016

El tiempo pasa...

Veo a mis hijas con unos amigos, todos de alrededor de diez años, haciendo un "picnic" en la plazoleta del pasaje, pequeño oasis bucólico en medio de la ciudad. Los escucho reír y conversar, mientras tomo un café en el jardín de la casa, y trato de avanzar en la lectura de "La mancha humana". Por un momento recuerdo (hasta donde eso es posible), mi vida a los diez años. Cursaba quinto básico (como mi hija mayor), y tenía también un grupo de amigos con los que salíamos a recorrer la ciudad. A veces caminando, a veces todos en bicicleta. Por esas veleidades de la memoria (que me perdone don Sigmund tamaña herejía, pues de seguro existe una explicación para cada recuerdo), de esa época me quedó especialmente grabada una ocasión en que fuimos a visitar a nuestra profesora, a su casa (estaba con licencia médica y no la habíamos visto durante algunas semanas). Se trataba de una mujer algo seria pero cariñosa en el fondo, lo que todos parecíamos notar. Llegamos sin previo aviso, unos ocho o diez muchachos, y ella tuvo la amabilidad de recibirnos y darnos bebida y galletas. No recuerdo más de aquella visita, hablamos con ella un rato, luego nos fuimos. Tengo la idea que se trató de un buen día.
Al recordar aquella época y oír las conversaciones de mis hijas, pienso en un hecho bastante simple pero no menos significativo: a partir de cierta edad, los seres humanos tenemos siempre la idea de que "la edad justa" o "normal", es precisamente la nuestra. No me refiero a conformidad con la misma. Probablemente muchas personas anhelarían tener una edad distinta a la que tienen, pero en su representación psíquica del mundo, son los demás los que están en una etapa "ajena".
Por ejemplo, yo debo ser para los niños del pasaje un señor algo viejo, que se sienta en su antejardín a leer y escribir. Alguien ajeno a su mundo, que muy probablemente no "está al día" con la música o los videojuegos de moda. La profesora a la que fuimos a visitar en aquella ocasión, debe haber tenido aproximadamente mi edad actual, y para mí era una persona que habitaba un mundo extraño, el de los adultos, seres más bien pasivos que se entretenían conversando, que no salían a la calle a jugar, no veían dibujos animados ni andaban en bicicleta... Algunas mujeres parecían divertirse regando su jardín, o simplemente tomando té con una amiga... Extraño mundo en realidad!
Regreso de esta divagación y presto atención a la escena del pasaje nuevamente. Miro a mis hijas con sus amigos, y por un momento me siento de su edad... es como si viera con extrañeza al señor aquel que puede pasar largas horas sentado en el jardín de su casa. Como siempre, estos "extrañamientos" duran apenas un par de segundos, luego el mundo se reordena y regreso a mi presente. Miro a los niños con ternura. Pienso que habitan un mundo colorido y maravilloso, que  más pronto que tarde desaparecerá, puesto que les falta tanto por crecer y avanzar.
Vuelvo entonces a Philip Roth, y a los vaivenes existenciales de Coleman Silk, el que seguramente -si pudiera verme- pensaría también: "es solo un muchacho... le falta tanto por vivir".

viernes, 4 de noviembre de 2016

Bolaño otra vez...

Luego de la prematura muerte de Roberto Bolaño, comenzaron a aparecer sucesivos libros que los albaceas iban "descubriendo" al revisar sus manuscritos (El tercer Reich, Los sinsabores del verdadero policía, El secreto del mal, La universidad desconocida). Esto me produjo la lógica sospecha de que el mercado editorial estaba intentando pasarnos gato por liebre, aprovechando la creciente celebridad póstuma de Bolaño para imprimir en elegantes ediciones de Anagrama hasta sus listas de compra. Siempre hay mercado para eso. Los fanáticos de algún escritor muerto (de la persona, no de la obra), son una demostración palmaria de la humana necesidad de buscar ídolos ante los cuales postrarse. Si la anterior afirmación le parece exagerada, le invito a visitar alguna de las casas de Neruda, donde los guías nos explican con arrobamiento cómo el poeta cepillaba sus dientes o hacía el nudo de la corbata.
                            
Para salir de dudas aproveché los recientes feriados y me apliqué a la lectura de "El espíritu de la ciencia ficción", la última entrega póstuma de Bolaño (hasta el momento, porque los albaceas siguen hurgando manuscritos), en una hermosa edición de Alfaguara.
A poco andar, olvidé mis desconfianzas con el mundillo editorial, y me hallé sumergido en el cautivante universo bolañesco. Ahí estaba esa tribu de escritores urbanos que tienen asumido su destino aunque no hayan publicado en su vida, y se limiten a leer sus poemas en pequeños cenáculos ubicados en los rincones más inverosímiles; ahí está la redención cultural de lugares y paisajes, como algún antiguo galpón ubicado en el pueblo de "Santa Bárbara", al sur de Chile, donde funciona una oculta facultad de la Universidad desconocida, llamada "Academia de la papa" o de la patata...
Sobre todo, encontré una vez más aquello que me deslumbró en "Los detectives salvajes", una extraña mezcla entre rupturismo cultural y sapiencia decimonónica, un ambiente cargado de locura y de inteligencia a la vez. Quizá una manifestación esperable de la propia naturaleza del autor, que a ratos podía parecer un hippie desencantado, pero que no lograba ocultar la mirada omnicomprensiva de un "pater familia" viejo y sabio.
A estas alturas no sé si "El espíritu de la ciencia ficción" es un buen libro, pero como diría un buen amigo: es Bolaño.